[137] TACOMA CHARROW
Posted: martes, 22 de septiembre de 2009 by Superhero!! in Etiquetas: Aventuras y trancazos, big smile in my face, fotomemory, reciclado, rollotototeEn aquellos tiempos el Superhero recibió el más usado de sus apodos. Iniciaba el bachillerato cuando un compañero tuvo la ocurrencia de que los norteños parecemos charros. Esa comparación me pareció extraña, pero acá en el sur la gente suele ser así de extraña. El wey que me bautizó con ese apodo resultó ser una papa y al segundo semestre lo expulsaron pero el apodo que me puso persistió y durante todo el bachillerato fui conocido como el Charro.
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El Charro terminó el bachillerato y decidió estudiar la carrera de ingeniero civil en el único tecnológico de la ciudad. Muchos de sus cuates del bachillerato coincidieron en esa misma decisión así que el apodo de Charro siguió vigente durante otros 6 años a lo largo de la carrera.
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En el Tec de Chetumal se celebra cada año un concurso de diseño de estructuras. La convocatoria está abierta a estudiantes de Ingeniería Civil y Arquitectura. La natural rivalidad entre esas carreras se pone al rojo vivo en este evento. Los ingenieros suelen diseñar estructuras fuertes pero feas pues su formación no inculca mucho la estética. Por su parte los arquitectos presentan diseños mas espectaculares pero generalmente muy débiles ya que no le ponen mucho empeño a la resistencia estructural. En este concurso se otorga un gran porcentaje de puntos a la capacidad de carga de la estructura.
Este evento es el orgullo de los ingenieros pues siempre han obtenido los primeros lugares. El Charro siempre apurado con sus tareas y proyectos se conformaba con asistir y admirar ese evento sin animarse a participar. Sobrevivir a los exámenes y entregar sus proyectos siempre era más urgente que participar en ese anhelado concurso.
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Pero más tarde que temprano el Charro logró cursar el último de sus semestres sin adeudar materias, ni unidades, ni debiendo proyectos ni nada por el estilo. Por fin tuvo su oportunidad de participar. Así que convenció a 4 cuates para inscribir un equipo.
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Ese año el concurso consistió en diseñar y construir un puente a escala para cubrir un vacío de 70 cms. pero eso era algo común pues siempre se trataba de torres o puentes con algunas variaciones. Ese año la sorpresa consistió en el material de construcción autorizado: Espagueti y silicón.
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Nos dieron escasas 24 horas para investigar, diseñar, calcular, planear y ensayar ese nuevo, extraño y nada ordinario material. Pero nosotros éramos hábiles, intrépidos y harto creativos. Le echamos un chingo de cálculos, hicimos pruebas y hasta conseguimos un software de simulación virtual para descubrir los puntos débiles de nuestro audaz diseño. Pero había algo con lo que no contábamos…
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Para el Mono, el Mayito, la Tortuga y para el Charro ésta sería nuestra única oportunidad de concursar ya que al siguiente semestre egresábamos y ya no podríamos volver a participar. No concursábamos para obtener puntos en alguna materia, ni como obligación impuesta por algún profesor y mucho menos por obtener esos ridículos 1500 pesos. No nos interesaba el segundo ni el tercer lugar, nosotros participábamos por el orgullo de obtener el primer lugar y derrotar a los arquitectos.
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Con toda esa presión auto infligida nos topamos con un enorme e imprevisto problema a un par de horas para la entrega de los modelos. Habiendo dormido muy poco ya traíamos los nervios más guangos que el calzón de una piruja. Nos resultó cómico y a la vez dramático descubrir que ninguno de los cinco cabrones era capaz de colocar los últimos puntos de silicón para adherir el arco final de nuestro puente. Teníamos el pulso peor que Muhammed Ali en plena crisis de Parkinson y el trabajo requería mucha agudeza manual. Ya sé que suena exagerado pero la cosa se puso grave pues los jueces nos vigilaban y no se permitía la ayuda de nadie ajeno al equipo.
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En esos momentos de estrés y cansancio hay pocas cosas que se puedan hacer. Las 24 horas de planeación y el trabajo de más de 10 horas dependía de un último esfuerzo que nos parecía imposible. Pero a los veintipocos años el cuerpo es una maravilla y la amistad entre cuates es lo máximo. Sacando fuerzas de quien-sabe-donde nos turnamos y logramos concluir el mentado puente.
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Espagueti y silicón de contrabando: $80 pesos
Un reconocimiento con tu nombre: $15 pesos
Premio en efectivo para 5 weyes: $1500 pesos
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Una foto borrosa con tus orgullosos amigos: No tiene precio.
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De izq a der... El Mono, El Charro (yo), Mayito, un wey bien raro que no tenia apodo, y el de gorra es la Tortuuuga. El puente se llamó Tacoma Charrow y aparece colapsado después de haber soportado una carga máxima de 48 kilos. (oct 2000)
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Epa, epa, epa...
Se me olvidaba decirles que el nombre de Tacoma Charrow surge de un puente real que se llama Tacoma Narrows. Ese puente se hizo famoso por su estrepitoso colapso.